ACTO I: LEVANTANDO EL TELÓN — Cuando la Política se Vuelve Performance
Yo siempre he dicho que la política se puede asociar a los famosos teólogos y filósofos que han estudiado el poder, la manipulación y el espectáculo. Leí a Guy Debord cuando advertía sobre la sociedad del espectáculo en 1967. Estudié a Jean Baudrillard cuando explicaba cómo los simulacros reemplazan la realidad. Analicé a Giovanni Sartori cuando describía al homo videns, ese ciudadano transformado en espectador pasivo. Hasta hace poco, pensaba que estos fenómenos ocurrían «allá afuera», en las democracias del norte global.
Nunca pensé que la política del espectáculo tendría un representante colombiano tan perfecto, tan completo, tan descaradamente teatral. Y hoy puedo decir, sin temor a equivocarme, que ese representante es Abelardo de la Espriella.
Pero esto no es una columna común. Como él convirtió la política en espectáculo, yo convertiré este análisis en un programa de variedades crítico. Porque para entender el fenómeno De la Espriella, hay que hablar su lenguaje: el del show business.
Señoras y señores, con ustedes, el análisis más espectacular de la política colombiana contemporánea. Que comience el show.

ACTO II: EL ESPECTÁCULO EN ESCENA — Bienvenidos al Circo
🎪 ESCENA 1: El Movistar Arena — La Convención del Tigre
El 3 de noviembre de 2025, Colombia presenció algo inédito: un candidato presidencial que llenó el Movistar Arena como si fuera Bad Bunny. 15,000 personas, entradas agotadas en cuatro días, producción audiovisual transmitida en vivo con 51,000 espectadores simultáneos en X.
¿Y qué vieron? No un debate de ideas. No propuestas programáticas. Vieron un espectáculo total: fuegos artificiales, pirotecnia, serpentinas, música en vivo, luces de concierto. La conductora del evento no fue un politólogo ni un periodista, fue Eva Rey, presentadora española que conducía como si estuviera en los Premios Oscar.
Guy Debord lo explicó en 1967: «El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes». En el Movistar Arena, miles de personas no participaron en política, contemplaron el espectáculo político. No deliberaron, aplaudieron. No construyeron programa, consumieron performance.
Y el casting fue impecable: humoristas de Sábados Felices (Alerta, Barbarita, Peter Albeiro) haciendo reír al público. Marbelle respaldando al candidato desde su teléfono. Faustino Asprilla, exfutbolista convertido en validador político. Daniel Habif, influencer cristiano motivacional con millones de seguidores. Miguel Polo Polo, congresista más famoso por sus redes que por sus leyes.
¿Ven el patrón? Ningún político, ningún experto, ningún académico. Solo celebridades, influencers, comediantes. Neil Postman lo advirtió: «La cosmética ha reemplazado a la ideología». De la Espriella no debate con Sergio Fajardo o Juan Fernando Cristo. Actúa con Marbelle y los humoristas.
Un bailarín disfrazado de tigre abrió el show con movimientos de boxeador. Porque en la política-espectáculo, los símbolos visuales comunican más que mil programas de gobierno. Giovanni Sartori tenía razón: el homo videns evalúa si «el tigre baila bien», no si las propuestas son viables.

🛒 ESCENA 2: Ron, Vino y Política — El Supermercado del Poder
Pero De la Espriella no solo convirtió la política en espectáculo. La convirtió en negocio. Literalmente.
Entren a delaespriellastyle.com: allí no solo encuentran información de campaña. Encuentran una tienda online donde pueden comprar Ron Defensor Premium (desde $333,000 pesos), vino, ropa, música y libros. El ron, producido en alianza con el cantante Silvestre Dangond, fue promocionado en una gira que fue la previa de su campaña política.
¿Entienden lo que está pasando? No están eligiendo un presidente, están comprando un estilo de vida. No votan por ideas, consumen una marca.
Theodor Adorno analizó esto en Dialéctica de la Ilustración: la industria cultural convierte todo, incluso la política, en mercancía. La diversión no libera, perpetúa el sistema. De la Espriella no propone transformación social, vende ron con la bandera colombiana en la etiqueta.
Jean Baudrillard diría que esto es la culminación del simulacro: el candidato ya no representa nada real, se ha convertido en pura imagen publicitaria. No hay programa detrás del ron. No hay ideología detrás del tigre. Solo hay marca, logo, producto.
La política como merchandising. Bienvenidos al capitalismo tardío, donde hasta la democracia tiene precio de lista.

🐯 ESCENA 3: «El Tigre» — Construcción de Marca Personal
Hablemos del apodo. «El Tigre» no surgió espontáneamente. Fue estratégicamente adoptado cuando De la Espriella vio que «era un hit del carajo», porque «hacía muchísimos años no se comparaba un candidato presidencial en Colombia con un animal».
Se compara con Rafael Núñez, «El Tigre del Cabrero», presidente hace 131 años. En el evento del Movistar Arena, un bailarín disfrazado de tigre bailaba mientras el público rugía. Las camisetas tienen tigres. Las banderas tienen tigres. Todo es tigre.
Giovanni Sartori lo explicó en Homo Videns: la videopolítica transforma la política en poder visual. ¿Qué comunica «El Tigre»? Fuerza, fiereza, valentía, peligro. No importa qué piense el tigre, importa cómo ruge. La imagen precede al contenido. La marca reemplaza el programa.
Y funciona. La gente no pregunta «¿cuál es su propuesta tributaria?» Pregunta: «¿Viste al tigre cantar el himno?»

ACTO III: EL DISCURSO INCOMPLETO — Las Medias Verdades del Show
⚠️ ESCENA 4: Propuestas de Otro Planeta — Cuando el Populismo se Vuelve Absurdo
Ahora viene lo preocupante. Detrás del espectáculo, ¿qué hay? Propuestas ilógicas, desproporcionales, irrealizables.
Dice que en «8 meses de decisión y cumplimiento de la ley» acabará con la criminalidadaplicando la «Ley 556, la del fusil». Promete «provocar pánico, terror» en los delincuentes, ser «más duro que Bukele», bombardear campamentos narcoterroristas.
Dice que el primer día expedirá 90 decretos en economía, seguridad, salud y educación. Que recortará el Estado 40% sin especificar qué ministerios, qué funcionarios, qué programas. Que hará una «remasterización 4.0» de la Seguridad Democrática.
Amenaza a las comunidades indígenas: «Conmigo se organizan y se vuelven ciudadanos de verdad, o van a saber lo duro que muerde el tigre«.
¿Dónde están los números? ¿Dónde está la viabilidad fiscal? ¿Dónde están los estudios técnicos?
No existen. Porque como él mismo admitió: «Las campañas tienen distintas etapas. La primera etapa es el conocimiento. No te haces conocer con propuestas, te haces conocer con otro tipo de cosas. Las propuestas vienen después».
Lean eso de nuevo. El candidato admite abiertamente que primero vende imagen, después (tal vez) presenta contenido. Es marketing puro. Noam Chomsky lo llamaría fabricación del consentimiento: controlar la agenda mediática sin sustancia política real.
Link del discurso : https://www.youtube.com/watch?v=QjjZ8HxTRhk
🎭 ESCENA 5: Lo Que NO Dice — Las Sombras del Abogado Defensor
Pero hay algo más grave que las propuestas ilógicas: las verdades a medias. Lo que De la Espriella NO dice.
No dice que fue el abogado de Alex Saab, el testaferro de Nicolás Maduro, defensor del régimen que él mismo llama «dictadura». No dice que escribió una columna pidiendo «muerte al tirano» Maduro en 2017 mientras era apoderado de Saab y cobraba por defenderlo.
No dice que fue abogado de David Murcia Guzmán, creador de DMG, la pirámide financiera que estafó a más de 200,000 colombianos. Cuando le reclaman, responde: «Me extraña que sigas confundiendo al abogado con el cliente».
Técnicamente, tiene razón. Un abogado no es su cliente. Pero cuando ese abogado se presenta como «el salvador de la patria» que combatirá la corrupción, los ciudadanos tienen derecho a preguntar: ¿Por qué defendió a quienes robaron a los pobres que hoy dice proteger?
No dice que su «favoritismo» en plataformas de apuestas como Polymarket (43% de probabilidad de victoria) fue inflado artificialmente por una sola cuenta que apostó $200,000 dólares. Apuestas que, además, son ilegales en Colombia.
Jean Baudrillard llamaría a esto hiperrealidad: el simulacro (las apuestas infladas) crea la realidad percibida (De la Espriella como «favorito»). La imagen precede y determina lo real. Es mentira, pero si se repite suficiente, se vuelve verdad mediática.

📱 ESCENA 6: La Estrategia del Influencer — Primero el Like, Después el Programa
De la Espriella es honesto en una cosa: reconoce que su estrategia es de influencer, no de político tradicional.
«El ron defensor fue una previa de su campaña», reconoció su equipo. Ya tenía comunidad digitalantes de lanzarse, que activó estratégicamente. Recolectó 4.8 millones de firmas usando una «maquinaria digital» específicamente diseñada.
¿Ven? No construyó movimiento social, construyó base de seguidores. No hizo organización territorial, hizo marketing viral. Es la uberización de la política: todo intermediado por plataformas, todo métrica de engagement, todo click, like, share.
Marshall McLuhan decía: «El medio es el mensaje». El formato importa más que el contenido. De la Espriella domina los formatos virales: videos cortos, frases contundentes, confrontación dramática, símbolos visuales potentes. No importa si es verdad, importa si es viral.

ACTO IV: LOS SÍMBOLOS VACÍOS — La Estetización Fascista
🎖️ ESCENA 7: Militares, Pastores y Banderas — El Espectáculo Nacionalista
Volvamos al Movistar Arena. No solo hubo celebridades. Hubo militares retirados en formación sobre el escenario, incluyendo al General (r) Eduardo Zapateiro. Hubo pastores evangélicos(Raúl Rubio, Miguel Arráola) dando discursos espirituales. El auditorio se levantó para una «oración patria» en apoyo a las fuerzas militares. Hubo minuto de silencio por víctimas de las FARC. Banderas israelíes ondeaban entre el mar de banderas colombianas.
De la Espriella se despidió con saludo militar, la misma imagen que usa en vallas publicitarias. Y para cerrar con broche de oro, cantó el himno nacional «al estilo ópera» con arreglos italianos.
Walter Benjamin identificó esto en 1936: la estetización fascista de la política. Usar símbolos patrios, militares y religiosos para hechizar emocionalmente, despolitizando la conciencia crítica. «Todo empeño por estetizar la política termina en una única salida: la guerra», advirtió Benjamin.
No estoy diciendo que De la Espriella sea fascista. Estoy diciendo que usa las mismas técnicas de espectacularización que los fascismos históricos usaron: símbolos nacionales, militarismo estético, religiosidad performática, enemigo externo (Petro, la izquierda, el «comunismo»).
La gente no razona, siente. No analiza, se emociona. La bandera, el uniforme, el himno operístico corto-circuitan el pensamiento crítico y activan la emoción tribal.
⚔️ ESCENA 8: El «Ejército» de Defensores — Democracia Gestionada
De la Espriella llama a sus seguidores «Defensores de la Patria», un término militarizado que él mismo describe como «ejército» y «manada».
Tienen su propio sitio web (defensoresdelapatria.com) donde se registran y reciben «kits de batalla». Usan lenguaje militar: «tigres», «defensores», «cruzada», «batalla moral y espiritual». Venden merchandising político: camisetas, banderas, accesorios con la marca.
René Girard explicaría esto con su teoría del deseo mimético y el chivo expiatorio. La cohesión del grupo se logra mediante la construcción de un enemigo común. Petro, la izquierda, el «comunismo» son los chivos expiatorios que unifican a los «Defensores».
Sheldon Wolin llamaría a esto «democracia gestionada»: sistemas donde formalmente existe democracia pero sustancialmente está vacía. Los ciudadanos son reducidos a espectadores y consumidores. Pueden firmar, comprar productos, asistir al show. Pero no deliberan, no deciden, no construyen.
La participación política se reduce a aplaudir, rugir como tigres y odiar al enemigo.
ACTO FINAL: BAJANDO EL TELÓN — El Precio del Espectáculo
Entonces, ¿qué es Abelardo de la Espriella? Es el representante colombiano perfecto de la política del espectáculo.
No es un fenómeno nuevo. Es la culminación de tendencias globales que Guy Debord, Jean Baudrillard, Giovanni Sartori, Neil Postman, Theodor Adorno, Walter Benjamin, Noam Chomsky, Pierre Bourdieu, Marshall McLuhan, Hannah Arendt, Sheldon Wolin y René Girard analizaron durante décadas.
Es la política como reality show, donde los ciudadanos son audiencia. Es la política como producto de consumo, donde votar es como comprar ron. Es la política como marca personal, donde el tigre importa más que el programa. Es la política como performance emocional, donde sentir reemplaza pensar.
Y funciona. Las 4.8 millones de firmas lo demuestran. El Movistar Arena lleno lo demuestra. Las encuestas infladas lo demuestran.
Pero hay un problema. La democracia no es un espectáculo. La democracia es deliberación, es construcción colectiva, es conflicto productivo, es pensamiento crítico. Cuando la política se vuelve puro espectáculo, cuando las propuestas «vienen después», cuando la imagen reemplaza el contenido, cuando el enemigo unifica más que el proyecto común, la democracia muere de éxito mediático.
Abelardo de la Espriella dice verdades a medias: critica la corrupción pero defendió a Saab y Murcia. Promete proteger a los pobres pero vendió ron de $333,000 mientras «hablaba por ellos». Dice combatir el petrismo pero usa las mismas técnicas de espectacularización: eventos masivos, redes sociales, confrontación polarizante.
No desinforma. Dice verdades incompletas. No miente abiertamente. Omite estratégicamente. No propone imposibles. Promete desproporciones sin explicar cómo.
El espectáculo debe continuar, dice el refrán. Y continuará. De la Espriella no es el único ni será el último. Es apenas la versión colombiana de un fenómeno global: Trump, Bolsonaro, Milei, Bukele. Todos tigres mediáticos, todos vendedores de espectáculo, todos enemigos de la política sustantiva.
La pregunta no es si De la Espriella ganará en 2026. La pregunta es: ¿Qué le pasa a una democracia cuando la política se vuelve indistinguible del entretenimiento? ¿Qué le pasa a un país cuando elegir presidente es como elegir el tigre que baila mejor?
El telón baja. Pero el show, lamentablemente, apenas comienza.
🎭 FIN DEL ESPECTÁCULO 🎭
Aplausos, luces, pirotecnia. Y mientras tanto, la democracia se desangra en silencio.